Atlantis
1869. Francia. Después de hacer viajar a sus lectores durante cinco semanas en globo, ir de la tierra a la luna, o alcanzar el mismísimo centro de la tierra; Julio Verne publica una nueva aventura: «20.000 leguas de viaje submarino». Acompañados por el siempre misterioso Capitán Nemo, un hombre sombrío, miles de personas fueron capaces de alcanzar las costas orientales, viajar por el mediterráneo y, por supuesto, descubrir una ciudad escondida bajo las aguas.
Un día y una noche bastaron para la aniquilación de esa Atlántida, cuyas más altas cimas, Madeira, las Azores, las Canarias y las islas del Cabo Verde emergen aún.
Europa recordaba así que, cientos de años atrás, otros autores hablaron de la Atlántida. El primero, como bien decía Pierre Aronnax, fue Platón. «El historiador que consignó en sus escritos las hazañas de aquellos tiempos heroicos». Un relato, el de esa ciudad, que ha llegado hasta nuestros días a través de la literatura y el cine. A veces, con éxito. Otras, pasando desapercibidas. Ese es el caso de «Atlantis: El Imperio Perdido».
El «prólogo» de esta cinta comienza siguiendo el relato platónico. En este diálogo encontramos que la Atlántida fue hundida como castigo. Para Zeus, los atlantes ya no merecían el estatus del que disfrutaban. Tras años de abundancia y de gozar de una cultura floreciente, los atlantes habían entrado en decadencia, creyendo ser superiores al resto. Eso, entre otras cosas, llevó al intento de conquista de Atenas. Allí, según Platón, recibieron los atlantes su mayor derrota. Tras esto, los dioses decidieron poner fin a lo que en otro tiempo fue una grandiosa civilización.
Y es justo en este punto donde empieza la película. Con ese hundimiento. Con unas imágenes de la ciudad que recuerdan, curiosamente, a la Torre de Babel de Pieter Bruegel; y en las que vemos algo poco habitual en una película de Disney: miles de personas son sepultadas por el agua sin ocultar, en ningún momento, el dolor que eso supone.
Los protagonistas
Milo Thatch
El hilo conductor de la historia. Es lingüista y cartógrafo y está intentando seguir los pasos de su abuelo Thaddeus. Su objetivo es encontrar la ciudad perdida de la Atlántida. Tiene un carácter juvias, pero poco aventurero inicialmente. Su vida se limita al estudio de los manuscritos que llegan hasta él. Milo pasa de ser un cobarde a ser quien encabeza una pequeña rebelión. Sí, tiene muchas cosas de las que se espera en un personaje de Disney.
Kida
Se trata de la Princesa Kidagakash. Su familia ha gobernado en Atlantis desde hace miles de años. Ella es la heredera y, por tanto, su vida está estrechamente ligada a la luz que envuelve la ciudad. De carácter fuerte y decidido, es quien tira de una parte importante en la película.
Rourke
El Comandante Lyle Tiberius Rourke ha dirigido muchas expediciones. Entre ellas, la que llevó a Thaddeus Thatch hasta el «libro del Pastor». Conoce a su equipo, es directo y con un marcado carácter. Su objetivo es llevar a buen puerto su misión, sea la que sea, sacando el máximo partido posible a cada situación.
Helga Sinclair
No sabes que puedes esperar de ella. Dura, con carácter y mucha fuerza. Inteligente y hábil, Helga da el perfil de agente doble en una película de cine negro. No es el personaje que más habla, pero sí es de los que llaman la atención por lo que oculta.
Los mercenarios
Un equipo compuesto por el doctor Joshua Sweet, Audrey Ramírez, Wilhelmina Packard, ‘Cookie’ Farnsworth, Vincenzo Santorini y Gaetan Moliere. Todos son diferentes entre sí, pero con un punto en común: el equipo es como la familia. Todos tienen un motivo por el que estar donde están.
La historia
Inicio
Todo comienza con un baño de realidad. Milo está preparando una ponencia. Busca financiación para un proyecto que revolucionará la historia: la búsqueda de la ciudad perdida de Atlantis. Sin embargo, el museo en el que trabaja (encargándose, principalmente, de una vieja caldera) no está por la labor. Milo está seguro de haber localizado el auténtico emplazamiento de la Atlántida gracias a un escudo vikingo, pero los responsables del museo de Washington no están por la labor de escucharle. Lo comparan con su abuelo, quien dedico su vida a buscar la ciudad sumergida, siendo el hazmerreir de la profesión.
Tras la negativa, y empapado por culpa de la lluvia (y de un coche), Milo regresa a casa. Allí, le espera una mujer misteriosa…
Helga lleva a Milo ante Prestone Whitmore, un millonario que está dispuesto a creer a nuestro protagonista. El anciano entrega al lingüista un viejo libro que fue descubierto hace mucho tiempo por Thadeus Thatch (abuelo de Milo).Tras ojearlo, y tras confirmar todas sus sospechas, el joven Thatch acepta formar parte de una expedición. El objetivo: encontrar las ruinas de la Atlántida.
Así comienza el final del primer acto. Cientos de personas embarcan en lo que bien podría ser el Nautilus del Capitan Nemo.
Todo transcurre con normalidad hasta que encuentran a una sorprendente «criatura» que los encaminará, tal y como indicaba el viejo libro, hasta el camino de Atlantis.
Nudo
Tras varias «pruebas», los exploradores cruzan lo que parece ser los restos de una antigua civilización. Todo hace pensar que están en el camino correcto. De repente, un incendio hace que todos los planes se tuerzan. Todo se hunde, literalmente. Milo es rescatado por atlantes que, de manera involuntaria, conducirán al equipo hasta la ciudad. Entre esos atlantes, por cierto, está Kida, heredera al trono.
El rey desconfía de los exploradores. Poco después se confirman sus sospechas. Están allí para hacerse con una fuente de energía tan potente que ha sido capaz de mantener oculta a la ciudad durante miles de años. Una fuente que está íntimamente ligada a Kida, además. Milo, sorprendido, trata de evitarlo. Sabe que sin esa energía la ciudad acabará desapareciendo y, con ella, todos sus habitantes.
Pese a los intentos del lingüista, el equipo se hace con la fuente y trata de escapar.
Desenlace
Antes de abandonar la ciudad, la mayor parte de los exploradores deciden no seguir colaborando con Rourke y Helga. Esto desemboca en una persecución y una batalla final en la que vemos que «los malos» siguen teniendo muchos apoyos dentro de la expedición. Eso, y que un mercenario se mueve por objetivos hasta el final. La magia se entremezcla con la mecánica y las armas modernas con lanza-rayos milenarios. El colorido y la intensidad de este acto hace que sean diez minutos la mar de entretenidos.
Llegados a este punto, no debemos olvidar que sigue siendo una película de Disney en la que «los buenos» ganan.
No es otro clásico Disney
En «Atlantis: El imperio perdido» encontramos muchos detalles que explican por qué el público infantil no acogió la cinta como se esperaba. Su oscuridad en varias escenas, su dificultad en otras y, claro, sus frases con doble lectura, hacen que esta película pasase desapercibida entre los más pequeños de la casa. Unos «peques» , los de entonces, que hoy sí disfrutarían de esta aventura.
Concepción
La película tiene una serie de puntos muy marcados en su estética y en su humor. Es dinámica, sí. Y tiene detalles en los trazos que son fácilmente reconocibles en las películas de Disney. Sin embargo, el diseño de los personajes y de los fondos dejan clara la influencia de quien, en su momento, trabajó en la pre-producción de esta historia: Mike Mignola.
Sí, el mismo de «Hellboy». Por eso hay tantas cosas que son diferentes a otras películas de la factoría del ratón. Por eso hay tantos ángulos. Por eso el público adulto relaciona la estética con «algo» que conoce pero no es capaz de identificar.
Como detalle, cabe añadir que Joss Whedon («Buffy», «Avengers») fue uno de los primeros encargados del desarrollo de la historia.
No eres tú, son ellos
Ocurre unas cuantas veces. Para los ojos de un niño, lo que pasa en pantalla es perfectamente normal. Sin embargo, los adultos que ven esta película aprecian otras cosas.
La muerte es una constante en esta película. Pero no como en «Bambi», donde un disparo sugiere (con una efectividad brutal) que algo ha pasado. En «Atlantis» vemos desde el principio que la vida de la gente es efímera. La de grande y pequeños. Al inicio, como ya hemos comentado, mueren cientos de personas delante del espectador.
También pasaba en la escena inicialmente prevista, con Vikingos, y en la que conocemos el origen del escudo y del libro que estudia Milo en el arranque de la película. Esta escena fue eliminada del metraje final.
Avanzamos en el libreto y, de nuevo, la muerte aparece tras el cruento enfrentamiento con el mítico Leviatán. Un combate en el que gran parte de la tripulación pierde la vida.
Y, sí, se repite en la batalla final. En este caso no sólo ocurre con personas anónimas, tanto atlantes como miembros de la expedición. También con personajes importantes. Unos, como Rourke, quemados y atrapados en si mismos (literalmente). Otros, como Helga, dando un último golpe de gracia.
Centrémonos un minuto en Helga. Se comporta de un modo diferente a lo que hemos visto en las películas de animación de Disney. Llama la atención.
Está diseñada para ello, siendo la única en toda la película cuyos trazos son «humanos» en comparación al del resto de personajes. Reconocibles, si lo preferís. Y es adulta. Se comporta como si no fuese un dibujo. Justo al revés que Jessica Rabbit en «¿Quién engañó a Roger Rabbit?». Sus frases, su forma de actuar en cada una de las escenas en las que aparece, deja claro que está ahí para dar ese toque de cine negro que gusta a los «mayores». Ella no está ahí para entretener, sino para que pienses en cual puede ser su siguiente paso.
Y para terminar este epígrafe, no se debe dejar pasar que hay un par de escenas entre Milo y Kida que no pasarán desapercibidas gracias a una palpable tensión entre ellos. Estamos ante una cinta que pasa de la premisa de «cine infantil con guiños para adultos» a «cine de aventuras».
Mujeres al poder
En 1998 se estrena «Mulan». Posiblemente, el primer clásico Disney en el que la princesa es quien rescata, no al revés. La fórmula se repetiría de nuevo en «Enredados» y, como en la del ’98, el éxito acompañó.
«Atlantis» no es así. No tiene un personaje femenino principal y potente frente al resto. Lo que tiene, y aquí está la novedad, es muchos personajes femeninos fuertes. Todos, a decir verdad. Más que sus compañeros.
Para empezar, al inicio de la película vemos a la madre de Kida, que protege al resto de los atlantes ante el cataclismo. Algo, por cierto, que repetirá su hija más adelante. Existe, además, cierto paralelismo entre Kida y Moana, otra de las nuevas heroínas de Disney. Pero esa es otra historia.
Otro ejemplo clarísimo es Audrey. Es la jefa de mecánica en una expedición compuesta mayoritariamente por hombres. No es sólo que sea decidida y que salve a parte de su equipo durante el episodio del Leviatán, es que a lo largo de la película da muestra de tener un carácter sólido y poco habitual en los personajes femeninos de Disney (a excepción de algunas villanas clásicas). Audrey es, sin lugar a dudas, un personaje moderno, potente y con personalidad. Debe ser cosa de familia porque su hermana es campeona de boxeo.
Poco queda por añadir a lo dicho sobre Helga, quien también comanda la expedición (Rourke es la cara, ella es quien parece diseñar y ejecutar los planes).
Y luego está Miss Packard. Más allá del estético desahogo cómico cuando aparece, merece la pena entender el contexto del personaje. Va ataviada con un uniforme militar de la Primera Guerra Mundial (la película se desarrolla en 1914) y es la oficial de comunicaciones en esta expedición. Controla hasta el más mínimo detalle, como demuestra en varias ocasiones, y su carácter, irónico en la mayor parte de sus intervenciones, deja claro que ha vivido mucho. No es la típica ancianita que vemos en películas como «101 Dálmatas» o «La Bella y la Bestia». Miss Packard juega en otra liga. Está de vuelta de todo y es independiente. No quiere contentar a nadie, como ocurre con los ejemplos de otros clásicos.
Similitudes
En «Atlantis: El Imperio perdido» hay una serie de cosas que recuerdan a otras historias. Queda más que claro su inspiración en «20.000 leguas de viaje submarino», de Julio Verne, nada más empezar la película. Los diseños de maquinaria, el viaje, algunos personajes; todo nos trae a la mente la aventura de Pierre Aronnax y el Capitán Nemo. De hecho, el personaje del misterioso multimillonario Preston B. Whitmore es una mezcla de ambos.
Entre las curiosidades de esta cinta hay que destacar que el idioma atlante fue desarrollado por el mismo lingüista que creo el Klingon, el lenguaje que habla la raza más guerrera del universo Star Trek. La meticulosidad de esta producción es tal que quisieron que el idioma que aparece en todas las escrituras de la película fuese tan real como fuese posible, y nadie mejor que Marc Okrand, quien sentó las bases de un idioma que se sigue utilizando a día de hoy.
Para los aficionados a la Ciencia Ficción, es posible que hayan notado cierto parecido entre el arranque de «Atlantis» y de «Stargate: Puerta a las estrellas». Milo Thatch y el doctor Daniel Jackson tienen un desarrollo paralelo. Ambos son ninguneados por la comunidad científica, a los dos les ofrecen unirse a una expedición que confirmará sus teorías. De hecho, en ambos casos iba a ser del mismo modo: en un coche.
Ambos viajan a un lugar en el que, curiosamente, se enamoran de la hija del «jefe» y, sí, cuando el resto del equipo vuelve a casa ellos se quedan. Los dos tienen una escena en la que, además, descubren qué ocurrió con la civilización que están conociendo en sus respectivas películas.
Para terminar, es interesante mirar hacia «Cookie».
Su forma de actuar y su físico recuerdan a alguien, ¿verdad? Lee Marvin se reconocería a sí mismo en Farsnworth. El parecido con el protagonista de «La leyenda de la ciudad sin nombre» es más que evidente.
Sí, pero no.
Es un clásico Disney, sí, pero no es un musical. No es «luminoso» pese a tener, de lejos, la mejor iluminación de una cinta de animación hasta la fecha de su estreno (en parte, gracias a la integración de animación 3D).
Tampoco tiene un protagonista memorable. Eso sí, es una historia que sería sostenible si fuesen actores de carne y hueso. No buscan contentar a pequeños o grandes, sino contar una historia a todo el público haciendo guiños a uno y a otros.
Eso, posiblemente, sea lo que hace de «Atlantis: El Imperio perdido» un «rara avis» dentro de los clásicos de Walt Disney Pictures. Su mayor defecto como película infantil es su mejor virtud: es una buena película de ciencia ficción y de aventuras.